Saludos, samuráis. En esta ocasión os traigo un relato, un breve cuento de aventuras de katana y brujería ambientada en Shirukuni.

El parasol cuenta la historia de la vieja Houlun que, tras luchar con una temible hechicera, ha caído presa de un maleficio. Ahora, sus nietos Tsuru y Tamur, han de enfrentarse a la bruja para salvarla

Esta historia aparecerá referenciada en Shirukuni vol. 3 Sombras del Jigoku, pues para algunos personajes es una leyenda que, en cierto modo, se vuelve real.

Pero no me entretengo más, aquí os dejo un avance, si queréis seguir leyendo solo tenéis que entrar en el link de Lektu y descargarlo mediante pago social. ¡Así de fácil! Espero que os guste.

 

 

El parasol

 

Tsuru encontró el portón del castillo abierto, desde su posición, tan solo alcanzaba a ver un pequeño patio en el que las malas hierbas habían crecido demasiado. Y silencio. Los últimos rayos del sol hacían que los contornos del edificio parecieran recortados por agudas sombras. El aspecto fantasmagórico de la ruinosa fortaleza no la acobardó y entró cargando a rastras a su primo inconsciente como si de una carretilla se tratara. A su espalda llevaba un bo de madera, un viejo parasol, una bolsa con provisiones y un enorme tetsubo

—Se va, elige ser un ronin, desaparece durante años y vuelve solo para incordiar —masculló.

—No digas eso, Tamur se preocupa por nosotros —le dijo una voz femenina cascada por la edad.

—¿Y por qué se marchó?

—Debía encontrar su camino y sus pasos lo han llevado de regreso al hogar.

—Quizá tengas razón, abuela, aun así… 

El hombretón gruñó y ella dejó caer sus pies. Habían cruzado el umbral y el edificio parecía del todo abandonado. No era un castillo muy grande, la puerta principal no era más que un montón de tablas resquebrajadas y astillas. Tsuru respiró profundamente y se estremeció. Hedía a muerte y a oscuridad.

—Por Amaterasu… —exclamó consternada.

—Hay cadáveres cerca, fueron masacrados hace tiempo. Este castillo era tan hermoso —explicó la voz.

—¿Conoces este lugar? —preguntó Tsuru. 

—Estuve aquí hace mucho. Esta zona pertenecía a los Oguri hasta que el bosque del Akumamori se extendió y ganó terreno.

—¡Maldita sea! —Tamur se incorporó acariciándose las sienes, mareado y confuso, tenía el kimono destrozado y la hakama desgastada—. ¿Cómo has podido atacarme con magia de tierra?

—No te he atacado, estabas borracho y te caíste. Da gracias a que no te he abandonado en mitad del Akumamori. —La joven cogió el tetsubo y se lo tiró con brusquedad. Apenas lo miró y en su rostro mantenía el ceño fruncido—. Ten, esto es tuyo.

—¿Así agradeces que haya venido a ayudarte? 

—No te pedí ayuda… ¿Por qué has regresado? —preguntó Tsuru bajando la mirada. 

—Tuve un sueño —respondió levantándose—, vi a la abuela Houlun llamándome, decía que te buscara. Fui a nuestra aldea y mis padres me explicaron que una hechicera de sangre os atacó y que la abuela desapareció. Te marchaste por tu cuenta siguiendo la pista de la bruja diciendo que querías salvar a la abuela; según mis padres, la bruja huyó sola, no llevaba ningún prisionero.

—Esa bruja, Kumomaru, no se llevó a la abuela…

—¿Entonces?

—La abuela está aquí.

Tamur pestañeó sorprendido y miró alrededor. Dirigió la vista hacía su prima y se encogió de hombros esperando una explicación. Tsuru suspiró y tomó en sus manos el parasol que llevaba en la espalda.

—Kumomaru la transformó en este parasol —explicó.

Las mejillas del enorme guerrero se sonrojaron y soltó una sonora carcajada. La voz grave y profunda reverberó en los muros de madera y piedra. Ella hinchó los carrillos y le arreó un puñetazo en el brazo, aunque a Tamur no pareció molestarle el golpe en absoluto.

—¡No tiene gracia! —gritó indignada.

—No te enfades con él, es difícil de creer.

—Pero, abuela, es la verdad.

—¿Abuela? ¿Se puede saber qué dices? —preguntó Tamur aún riendo y secándose una lágrima con el dorso de la mano.

—Nuestra abuela habla conmigo a través de los espíritus elementales de tierra.

—¿Y es una sombrilla? ¿Esa sombrilla? —dijo él señalando el parasol.

—Sé bien que Kumomaru se ha ocultado en este castillo, he de matarla para romper el hechizo y mientras perdemos el tiempo puede escapar por otra salida —afirmó poniéndose en marcha.

—Espera —dijo el hombre y ella se volvió a él—. Esto es una locura. La desaparición de nuestra abuela ha debido de ser dura para ti, pues ella te crió, pero Houlun no es un parasol. Lo único que harás será perder la vida. Quizá la abuela haya regresado y te esté esperando en casa. 

El hombretón agarró a su prima por el brazo, ella se resistió y, tras un breve forcejeo, él la cogió y la cargó en el hombro.

—¡Suéltame, bruto! —gritó ella pataleando y dando puñetazos..

—Ay, no os peléis por mí —dijo Houlun—. Estoy bien, no te preocupes, no quiero que te arriesgues por mí, mi niña. 

—¡No, abuela! No voy a dejarte así.

—¿Estás loca? —exclamó Tamur.

Entonces. Tsuru comenzó a susurrar unas palabras incomprensibles, sentía como los espíritus elementales de la tierra la rodeaban, la escuchaban y la obedecían. El suelo tembló un poco; el ronin se quedó paralizado por el miedo y la dejó con suavidad en el suelo.

—No le hagas daño, Tsuru-chan, sois familia y os queréis —dijo la voz.

—Ganas me entran de estamparle la cabeza contra el suelo.

—¿Con quién crees que hablas? —preguntó Tamur mirándola de hito en hito.

—¡Basta! Vete o acompáñame, pero no me hagas perder más tiempo.

—Está bien —Tamur suspiró—. Iré contigo, no voy a abandonarte en tu locura.

Ella respiró hondo y, de pronto, oyeron un ruido de pisadas correteando por el piso superior…

 

Si quieres seguir, solo tienes que entrar en este enlace de Lektu.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *