La semana pasada, en este post, hablamos de samuráis, oiran, monjes, ninjas y cortesanos. Hoy, descubriremos otros iconos japoneses, personajes clásicos que pueden inspirarnos para nuestra novela o relato. En este artículo descubrirás al ronin, a la geisha, al sensei, al yokai y, por muy extraño que te parezca, a la suegra.
1. Ronin
Si el samurái, del que hablamos la semana pasada, es una figura que el tiempo ha romantizado, el ronin está aun más idealizada. Recordemos que un samurái es aquel sirve a un señor, un hombre que debe cumplir un código de conducta recto y honorable y siempre porta su daisho (conjunto de espada larga y espada corta). Pues bien, un ronin es un samurái al que le falta ese señor al que servir. Hay muchos motivos por los que uno puede convertirse en ronin: quizá ha sido expulsado por su señor por cualquier falta, en tal caso, ser ronin es un castigo; quizá ese daimyo haya muerto sin heredero y el clan en cuestión desaparezca; tal vez sea un ronin por voluntad propia, un hombre que desea ser libre; o puede ser que lo sea de nacimiento y no conozca otra vida.
A veces ronin se traduce por “vagubundo”, y quizá esa sea la palabra que más se ciñe al concepto: un hombre que vaga por el país, a veces es un alcohólico, a veces abstemio y religioso; mujeriego y alborotador, o recto y honorable. La literatura y el cine nos han mostrado las muchas caras de ronin. Los más populares son los protagonistas de la leyenda de Los 47 ronin, llevada al teatro y al cine en infinidad de ocasiones. Esta historia cuenta como 47 samurái, ante la muerte injusta de su señor, planean una cruel venganza contra el responsable y, finalmente, realizan seppuku (o harakiri) para seguir a su daimyo al otro mundo. Los ronin a veces son peligrosos bandidos, o mercenarios que ponen sus espadas al servicio de un señor que pague bien. Uno de los ronin más peculiares que he visto últimamente es el de la peculiar serie Samurái gourmet; aunque como digo, es fácil encontrarlos en muchas películas de samuráis, novelas, mangas y animes.
2. Geisha
Al igual que la oiran, de la que hablamos la semana pasada, la geisha se perfiló a comienzos del Periodo Edo (inicios del s. XVII). Las geishas son artistas y uno de las principales protectoras del arte y la cultura japonesas, pues a pesar del tiempo y de los cambios que ha sufrido el país en los últimos doscientos años; las geishas mantienen su estética y sus técnicas intactas, especialmente, en la ciudad de Kioto. En origen, eran hombres entrenados en las artes de la danza, la conversación, la música, ceremonia del té… Poco a poco, se convirtió en un figura puramente femenina. Al igual que las oiran, sus actividades estaban restringidas a los distritos de placer de las distintas ciudades. Antiguamente, tenían un danna o amante que costeaba su formación y las mantenía, pues solían ser niñas huérfanas o que habían sido vendidas y contraían grandes deudas con las escuelas donde vivían. A diferencia de las oiran, podían casarse y tener hijos.
Su cuidada estética, su maquillaje y su peinado son todo un referente y, en cuanto vemos una geisha, no podemos evitar pensar en Japón. Han sido protagonistas de muchas novelas y películas, la más famosa sin duda es Memorias de una geisha de Arthur Golden. Personalmente, recomiendo Vida de una geisha de Nakamura Kiharu; Vida de una geisha: la verdadera historia de Iwasaki Mineko y Madame Sadayakko de Lesley Downer, cuya reseña puedes leer aquí. Hago un inciso para hablaros de la disputa entre Arthur Golden e Iwasaki Mineko: ella fue la geisha que prestó testimonio para la escritura de Memorias de una geisha, sin embargo, el escritor modificó datos y contenido y Mineko terminó por demandarlo y escribir su propio libro autobiográfico. Es por esa razón por la que tengo un sentimiento de amor y odio hacia Memorias de una geisha, pues aunque es un libro muy bonito, presume de ser una biografía y no lo es.
La geisha es una figura de lo más peculiar y es complicado encontrar un símil en occidente, y quizá es por ese motivo por el cual resulta tan inspiradora y seductora a los occidentales.
3. Sensei
Un sensei es un maestro y, fuera de Japón, el término se utiliza dentro del campo de las artes marciales. Sin embargo, el sensei japonés es algo más que eso. La imagen más tradicional nos muestra a un hombre docto, sabio, reflexivo, siempre acompañado de uno o más alumnos: jóvenes impulsivos, llenos de curiosidad y de cierto ingenio. Esta figura se extiende también por China, aunque con el nombre de “shifu”. Quizá hayas visto Kung fu Panda o El reino prohibido, películas donde aparece ese sabio y anciano maestro protector; casi un padre adoptivo que sirve de guía y ejemplo al discípulo.
El sensei más popular fuera de Japón es el de la famosa película Karate kid. Desde luego aparece en muchos relatos tradicionales y en cuentos zen. Para tu historia puede ser muy interesante trabajar, no solo en el personaje del sensei, sino en el vínculo establecido entre este y su pupilo.
4. Yokai
Un yokai es una especie de monstruo o criatura sobrenatural, sin embargo, quiero centrarme en aquellos que adoptan forma humana y pueden vivir entre nosotros. En concreto, hablamos del kitsune y su faceta más romántica. Un kitsune es un espíritu zorro que puede transformarse en una bella mujer y enamorarse de un hombre. Tenemos pues, el clásico romance imposible, una criatura mágica e inmortal enamorada de un hombre corriente. El drama está asegurado.
Si en occidente tenemos vampiros, brujas, zombies y hombres-lobo que viven entre nosotros y se enamoran; en oriente hallamos a los kitsune, como es el caso de las películas Painted Skin y Painted Skin 2. Personalmente, me encantan, por ese motivo este blog lleva el nombre que lleva y, muy pronto, publicaré un nuevo relato llamado también La sombra del kitsune. Si quieres saber más sobre estas criaturas y conocer su lado oscuro, no dejes de echar un vistazo a este post. Aunque me haya centrado en el kitsune, hay infinidad de yokai y muchos de ellos viven entre nosotros, para descubrirlos te recomiendo la Enciclopedia Yokai de la Editorial Satori.
5. La suegra
¿Sorprendido? Bueno, pues esto así, la suegra japonesa es de lo más peculiar y no lo digo yo, lo dice Ruth Benedict en su libro La espada y el crisantemo: patrones de la cultura japonesa, un interesante tratado sociológico sobre el país nipón. En occidente ya existe ese cliché negativo sobre la suegra con mala leche, sin embargo, en Japón, la suegra (solo en el caso de la madre del esposo) tiene sus propias reglas y una función muy clara con respecto a su nuera. Bien seguro es que los tiempos cambian y ya no son como antaño, pero sin duda, las suegras samurái eran de armas tomar.
¿Pero qué hacían? Generalmente, tras casarse, la novia era adoptada por la familia del novio y era muy frecuente que la pareja viviera en la casa de los padres de él. La principal función de la suegra es garantizar que su nuera sea una buena esposa y madre, por eso la critica todo el tiempo, para que se esfuerce en ser lo mejor posible. Criticará sus modales; su manera de cocinar y de limpiar; le reprochará estar gorda o delgada; no cuidar bien del resto de miembros de la casa… ¡Todo! La nuera acepta con ánimo las reprimendas, sabiendo que si tiene un hijo, un día ella se convertirá en suegra; por esa razón, la nuera se empleará al máximo con tal de conseguir la aprobación de su suegra e intentará aprender de ella. Curiosa relación, ¿verdad? A mí me pareció de lo más peculiar y no pude evitar mostrar mi propia suegra arisca en Shirukuni vol. 1 El resurgir de la sangre y en Shirukuni vol. 2 La leyenda de los Tres Brujos, que está en fase de edición.
Interesantes arquetipos, ¿verdad? Espero que te sirvan de inspiración para un relato o una novela, tanto como me han inspirado a mí. Si te ha gustado, comenta, comparte y suscríbete. Y, como cada semana, gracias por leer.