Esta semana viajamos atrás en el tiempo para conocer un poco a la alta sociedad aristocrática japonesa, sus fatídicos romances y una pizca de su hermosa literatura poética. Me refiero al Periodo Heian y a los llamados “poetas waka”. ¿Qué es la poesía “waka”?, es el nombre que se le dio a la poesía japonesa durante el Periodo Heian para diferenciarla de la “poesía kanshi”, procedente de China. Si al hablarte del Periodo Heian te sientes un poco perdido, te recomiendo visitar este post, en él hablo de los Onmyoji y del contexto histórico en el que vivieron, que fue precisamente este. Puede parecer que esas obras, escritas hace mil años, ya no tienen nada que contarnos, son demasiado distantes y no las comprenderemos. Pero, a mi parecer, si hacemos un esfuerzo por abrir bien los ojos y el corazón, entenderemos que las emociones descritas por estas poetisas son universales y están definidas con tal belleza que aún conservan el frescor y la energía de entonces.
Dado que fue una sociedad culta, aristocrática y refinada, el arte que nos encontramos resulta de lo más exquisito y es imposible abarcarlo todo en un solo artículo; es por esa razón por la que he decidido centrarme en la poesía y, más concretamente, en tres poetisas que destacaron y se ganaron un hueco en el corazón de los cortesanos de entonces y en el nuestro. Esta entrada forma parte del proyecto #Unañodeautoras, pues desde La sombra del kitsune quería contribuir con mi pequeño grano de arena. Si quieres saber más de esta iniciativa de Maria del Mar Glez. Gómez, que pretende dar visibilidad a las autoras, pásate por este enlace.
Las tres poetisas elegidas son Ono no Komachi, Murasaki Shikibu y Sei Shonagon. Prepárate para conocerlas porque seguro que después de este post tendrás ganas de profundizar más en cada una de ellas.
1. Ono no Komachi (825-900)
Forma parte del recopilatorio Hyakunin Isshu (Cien personas, un poema). Se conservan algunos datos biográficos de ella, aunque el final de sus días no está claro y puede que su triste final se haya distorsionando con el tiempo, creando una hermosa leyenda.
Ono no Komachi era una joven de gran belleza, todo un referente dentro de los cánones clásicos japoneses. Con trece años entró a formar parte de la corte en la capital imperial (Heiankyo, actual Kioto) y estaba dotada de una gran inteligencia. Tenía un talento especial para la temática amorosa, y es que ella misma protagonizó algunas historias de lo más peculiares, como la que vivió con Fukakusa no Shosho. Él era un cortesano de un rango más elevado, pero se prendó de la poetisa en cuanto la vio; sin embargo, ella lo rechazó. Ante la insistencia de él, Komachi accedió a ser su amante si Shosho la cortejaba durante cien noches seguidas. El persistente cortesano así lo hizo, acudió a visitarla y le recitaba bellos poemas, noche tras noche, tan solo faltó una última noche. Los motivos de aquella ausencia no son del todo seguros y varían según las versiones; según unos, sufrió un accidente de camino a la casa de Komachi, según otros, desistió al comprender que ella no lo amaba. En cualquier caso, al parecer Shosho enfermó por la tristeza y falleció. La muerte de Shosho afligió profundamente a Komachi.
Con el paso del tiempo, Komachi envejeció y regresó a su antiguo hogar. Se cree que murió sola y abandonada por todos, añorando los tiempos pasados y la juventud perdida. Este tanka (poema corto de cinco versos con métrica 5-7-5-7-7) describe muy bien aquel estado de ánimo que debió acompañarla en sus últimos días.
“El color de las flores
se va desvaneciendo:
Así pasa mi vida, vanamente,
envuelta en tristes pensamientos
viendo caer las largas lluvias”.
Tras su muerte, Ono no Komachi ha sido un recurrente personaje en obras de teatro noh, tanto por su faceta artística, como por sus romances fallidos.
2. Murasaki Shikibu (978-1017)
Hija de un popular poeta y emparentada con la poderosa familia Fujiwara, desde niña destacó por su inteligencia y avidez de conocimientos; leía y leía libros sin parar, algunos incluso de complicada lectura para niños mayores que ella. Sin duda, la literatura supuso para ella un refugio, pues no tuvo una vida fácil; su madre y su hermana mayor murieron cuando ella era aún muy pequeña y, ya de adulta, enviudó muy pronto quedándose sola con su hija. En estas circunstancias escribió La historia de Genji, que no solo es la primera novela japonesa, sino que está considerada la primera novela del mundo. Un tesoro universal, imprescindible para conocer el alma de un país y adentrarnos en la sociedad de entonces. En esta extensa obra se narra la vida del príncipe Genji, que no deja de ser un reflejo de la propia sociedad en la que vivió la autora, resplandeciente, melancólica, hermosa y decadente al mismo tiempo. También escribió su propio libro de almohada, como la célebre Sei Shonagon, de la que hablaremos a continuación.
Aquí te dejo uno de sus hermosos poemas, una breve pincelada si la comparamos con su extensa obra.
“Congelado
de hielo y escarcha
mi pincel de escribir
no puede expresar
lo inexpresable.”
3. Sei Shonagon (1000-1025)
La vida de esta mujer, como ocurre con Ono no Komachi, no es muy conocida, ni siquiera sabemos con certeza cuál fue su nombre real, pues Sei Shonagon fue un apodo. En cualquier caso, sabemos que la buena posición política de su padre le permitió ser dama de compañía de Fujiwara no Sadako, la esposa preferida del emperador. Tuvo numerosos amantes y fue madre de un niño y una niña.
Pero si por algo se ha ganado un lugar en la historia, es por su emblemático Libro de almohada. Este libro se trata de su diario personal, el cual se guardaba junto al cabecero de su cama, de ahí su nombre. En él se narran diversas aventuras de la corte, romances, triquiñuelas… Pero también hablaba de sus gustos, sus impresiones y expresaba su estado de ánimo. Octavio Paz describió su obra como “un mundo milagrosamente suspendido en sí mismo, cercano y remoto a un tiempo, como encerrado en una esfera de cristal”. También destaca una colección de poemas llamada Sei Shonagon-shu.
Tras la muerte de la esposa del emperador, permaneció siete años más en la corte y después se ordenó religiosa. Pasó el final de su vida como una mendiga, sobreviviendo gracias a limosnas. Aquí te dejo un fragmento de su Libro de almohada, precioso, ¿verdad?
“En la primavera es el alba. Cuando la luz se desliza sobre las cumbres, sus perfiles se tiñen de rosado y hebras de neblina de púrpura se extienden sobre ellos.
En el estío, lo más bello son las noches, no solo cuando hay luna sino también en la oscuridad, cuando las luciérnagas vuelan de un lado a otro y hasta cuando llueve, ¡qué hermoso es todo!
En el otoño, lo más bello son las tardes, cuando el sol resplandeciente se hunde cerca del filo de las cumbres y los grajos vuelven volando a sus nidos en bandadas de tres, de cuatro y de dos. Aún más encantadora es una línea de gansos salvajes como manchas en el cielo lejano. Cuando el sol se ha puesto, el corazón se conmueve con el rumor del viento y con el zumbido de los insectos.”
Con estas hermosas palabras, finalizo este post. Espero que sientas curiosidad y te apetezca conocer un poco más el trabajo de estas fascinantes mujeres. También te recomiendo leer un anime llamado Chouyaku Hyakuninisshu, en él se narran las vivencias de estas poetisas y de otros escritores de la época, una serie ideal para tener un primer contacto con los poetas waka y el Periodo Heian. Y si tienes ganas de conocer a otras mujeres fascinantes que nos ha dejado la historia, te invito a visitar mi artículo 7 Mujeres que te inspirarán.
¡Hasta la semana que viene!
Muy bueno, gracias por el envío!
Hermoso
Me interesa mucho el lenguaje sofisticado y bello de esa época. Muy buen texto, gracias!