Sed todos bienvenidos de nuevo. Después de un largo verano toca retomar la rutina, el blog, las correcciones de Shirukuni vol. 3 Sombras del Jigoku (sí, el primer borrador está terminado), confeccionar mi vestuario para mi próximo rol en vivo, proseguir con mi formación de correctora… Una vuelta al cole en toda regla, vaya. Confieso que he tenido una temporada de bajón con respecto al blog, bloqueo de bloggera (¿existe?), pero septiembre siempre ha sido el inicio de proyectos nuevos y, ¿qué mejor proyecto que revivir La sombra del kitsune, en la que tanto tiempo y esfuerzo he invertido? Como sé que esta es época de comienzos, de cosechas y de cambios, hablaremos de las siete Fortunas (Fukujin), para que nos acompañen y nos traigan buena suerte. ¿Empezamos?
¿De dónde vienen los siete dioses de la Fortuna?
Seguro que habéis oído hablar de ellos, aunque solo sea levemente; pero, ¿conocéis su origen? Aunque voy a centrarme en su trascendencia en Japón, no son originarios de allí (salvo Ebisu, de quien hablaremos después); sino que son herencia otras religiones de Asia, a diferencia de los dioses shintoistas que son originarios del país del Sol Naciente. Tres de estas divinidades proceden del hinduismo: Benzaiten, Daikokuten y Bishamonten. Otras tres provienen del taoísmo y budismo chino: Fukurokuju, Hotei y Jurojin. Todas llegaron a Japón y fueron absorbidas por los japoneses que, como vimos en el post dedicado a los yamabushi, procesan el budismo y el shintoismo a un mismo tiempo.
En un principio, estas divinidades no estaban agrupadas de ninguna manera; fue el shogun Tokugawa Iemitsu (primera mitad del siglo XVII) quien ordenó al sacerdote budista Tenkai elegir siete figuras que representaran las siete virtudes más deseables: longevidad, fortuna, amabilidad, sinceridad, popularidad, magnanimidad y amabilidad.
¿Queréis conocerlas un poco más? ¡Empezamos!
Benzaiten, arte y belleza
Esta diosa proviene de la divinidad hindú Sarasvati y, a grandes rasgos, es una diosa de la belleza, del conocimiento y de las artes: pintores, músicos, bailarines, poetas, etc., se consagran a ella para alcanzar la belleza y la excelencia en sus creaciones. Si nos extendemos un poco, podríamos decir que es la diosa de todo lo que fluye: el agua, la elocuencia, la creatividad, la música, la voz… Quizá por esta razón sus templos suelen ubicarse cerca del mar, de ríos y lagos, y el animal en el que puede transformarse es una serpiente blanca; dicen que si soñáis con un animal así, tendréis buena suerte en vuestros proyectos artísticos. Como curiosidad, a veces se la llama ” Myoonten”, que significa “diosa de los sonidos hermosos”.
Daikokuten, prosperidad y buenos alimentos
Daikokuten es dios de la gran oscuridad y en la religión hinduista era Mahakala, uno de los nombres de Shiva. Mahakala se mezcló con el dios shintoista Okuninushi dando lugar a la Fortuna Daikokuten. Se trata de un dios doméstico y muy querido, pues está relacionado con los alimentos, la prosperidad del hogar y la prevención de inundaciones. Se le representa como un hombre de cara ancha y bonachona, con un sombrero plano y negro, sentado sobre sacos de arroz, alzando su mazo y rodeado de ratones, animales relacionados con la abundancia. Es patrón de granjeros, agricultores y vendedores de alimentos.
Sobre Daikokuten hay varias curiosidades, una de ellas es que apareció en el primer billete emitido por el Banco de Japón, y si os gustan los animes, podéis encontrarlo en Noragami.
Bishamonten, patrón de los guerreros
De origen hindú, se integró en el budismo junto a otras divinidades. Su nombre en el hinduismo es Kúbera y Vaisravana. Aunque Kúbera es el tesorero de los dioses, su versión japonesa es el patrón de los guerreros y trae buena suerte a quien sigue las normas y se comporta con rectitud. En su mano suele llevar una pagoda, pues también se le considera protector de los lugares sagrados y los templos y, por supuesto, siempre va ataviado con una armadura.
Y también aparece en el anime Noragami, aunque en esta versión es un poco diferente, pues tiene el aspecto de una atractiva mujer que lucha por proteger a los que ama. Un personaje muy bonito, os lo aseguro.
Fukurokuju, sabiduría y longevidad
Con Fukurokuju comenzamos a hablar de los dioses procedentes del China. Su nombre significa felicidad, longevidad y riqueza, siendo así, no es de extrañar que fuera elegido uno de los dioses de la Fortuna. Cuenta una leyenda del siglo X que fue un viejo ermitaño, la reencarnación del dios Xuanwu y personificación de la estrella polar del norte, obró numerosos milagros y se convirtió en un sennin, es decir, que alcanzó la inmortalidad y no necesitaba alimentos.
Es representado como un anciano calvo con un rostro tan alargado como su cuerpo y larga barba, sus animales son la grulla, la tortuga, el cuervo y el ciervo (todos ellos relacionados con la longevidad); en sus manos lleva un báculo y un pergamino con todos los saberes del mundo.
Un dato curioso a destacar es que es el único de los siete dioses de la Fortuna capaz de resucitar a los muertos.
Juroujin, el viejo del Polo Sur
A menudo se le confunde con Fukurokuju y posiblemente durante algunos periodos han sido el mismo, de hecho, según la creencia, ambos habitan el mismo cuerpo. También de origen taoísta, es llamado Viejo del Polo Sur. Se le representa como un anciano de baja estatura (unos 90 centímetros) y, al igual que Fukurokuju, suele ir acompañado de una grulla, una tortuga o un ciervo. En su bastón lleva un pergamino con un sutra budista, aunque algunos creen que en dicho pergamino está escrita la vida de todos los seres vivos.
Hotei, el dios de origen humano
Vamos a por el tercer dios de origen chino de este panteón y, además, budista. Lo más curioso de Hotei es que fue un monje zen humano, se dice de él que tuvo una larga vida y que transitaba los caminos cargando a su espalda un saco. ¿Qué llevaba en el saco? A saber… Lo que sí sabemos es que se hizo muy popular en China y que los japoneses lo aceptaron de buen grado. Su risa fácil y su enorme barriga asomando entre la ropa le otorgaban un aspecto simpático y pronto se convirtió en protector de los niños y patrón de los taberneros y adivinos.
Se le atribuye un carácter amable y risueño por lo que a veces se le llama “buda gordo” o “buda sonriente”, un tipo simpático, vaya. Siempre dispuesto a ayudar, podía cargar a su espalda a mujeres y niños para ayudarlos a cruzar un río.
Podemos encontrar su imagen decorando restaurantes y hogares, así que numerosos escritos sobre su vida en los siglos X y XI. Aquí os dejo una de sus brillantes reflexiones.
¿Cómo puede distinguir la mente diez mil dharmas?
¿De qué sirve estudiar el sentido de los textos sagrados?
El sabio no quiere acumular conocimientos.
Solo él entiende el estado de no-aprendizaje.
Ebisu, el dios de la Fortuna nacido en Japón
He dejado a Ebisu (también llamado “Yebisu”) para el final, pues me parece que es un tanto especial al ser el único de origen japonés y su nacimiento se remonta a tiempos de Izanami e Izanagi (si quieres saber más sobre ellos haz click aquí). Es el dios de los pescadores, los obreros y de la salud de los niños pequeños.
Antiguamente, se llamó Hiruko y fue el primer hijo de los dioses Izanami e Izanagi. Nació sin huesos debido a un fallo durante la ceremonia nupcial de sus padres. Luchó por sobrevivir pero, finalmente, fue arrojado al mar en un bote y llegó a Hokkaido. Allí sobrevivió atendido por los Ainu y salió adelante, convirtiéndose en un dios protector para los pescadores (teniendo en cuenta que Japón es un país formado por islas, el oficio de pescador es sumamente importante). Al crecer, desarrolló huesos y dejó atrás la debilidad que había marcado su infancia para convertirse en un dios de la risa.
Se le relaciona con todo tipo de animales marinos, desde tiburones hasta medusas, y se le representa con un gran sombrero negro. Podemos verlo decorando restaurantes, logotipos comerciales (como la marca de cerveza Yebisu) y en numerosas obras de teatro y festivales.
7 dioses, una leyenda
Puede parecer que cada uno de los dioses que hemos visto hasta ahora son totalmente independientes unos de otros, sin embargo, existe una leyenda que los une a todos: el Takarabune (Barco del tesoro). A comienzos de año, los siete dioses navegan por los cielos en un barco llamado Takarabune. En él cargan tesoros (como un sombrero de invisibilidad o un bolso que nunca se vacía) y desembarcan en los puertos japoneses.
Espero que te haya gustado este post, la verdad es que tenía ganas de volver a escribir sobre religión y mitología y estos dioses son imprescindibles. Si os ha gustado, compartid, y no dudéis en dejarme un comentario, ¡me encanta leeros!
¡Hasta pronto!