Hola a todos. Tras la edición de la antología Katana y brujería era hora de volver a hablar de folclore japonés y seguir con la serie de Monstruos japoneses. Hace tiempo que quería escribir este post sobre yokai especialmente extraños y un tanto absurdos. El folclore japonés cuenta con uno de los bestiarios más ricos del mundo, la variedad de monstruos y criaturas sobrenaturales es tal que es casi imposible abarcarlo todo; de hecho, este es mi cuarto artículo sobre yokai y apenas he rascado la superficie.

Los yokai que traigo hoy han sido elegidos por resultar extraños, sin ningún tipo de historia o talento concretos… son yokai absurdos. ¿Empezamos?

Seto Taisho

Seto Taisho es un anciano guerrero hecho con piezas rotas de vajilla: una tetera, una botella de sake, un cuenco, platos, cucharas… Es imposible determinar su origen y el por qué de su existencia, tan solo sabemos que se dedica a atacar al primero con el que se encuentre, de hecho, es bastante agresivo y su pequeño tamaño no lo achanta. ¿Por qué la vajilla desportillada cobra vida para volverse violentamente contra sus dueños? ¿Quizá es una venganza por el maltrato recibido? ¿Quién sabe?

En cualquier caso, hay que tener cuidado con él, puede que sea de frágil cerámica y que sus armas no sean más que palillos de madera; pero aunque se rompa, puede recomponerse y perseguirnos cual muñeco diabólico.

Biwa-bokuboku

Primero debemos hablar de Tsukumo-gami (espíritus objeto) no hablamos de un yokai en concreto sino de un tipo que engloba a varios. Nos referimos a objetos cotidianos del hogar que con el paso del tiempo cobran vida, en concreto al llegar a los cien años. Ese espejo que heredaste de tu abuela podría convertirse en un monstruo, por no hablar de los libros, utensilios varios, ropa, muebles… La casa de mis abuelos debe ser la fiesta de los yokai.

Los Tsukumo-gami poco tienen que ver con los característicos yokai de origen animal, como el kitsune, y no suelen tener una trágica leyenda detrás. Como los sirvientes del castillo de La Bella y la Bestia, tus muebles podrían empezar a hablar un buen día. Quizá sean amables, quizá groseros… A algunos, simplemente han ganado sensibilidad con el paso del tiempo, por eso adquieren vida y alma; por supuesto, los instrumentos musicales son especialmente susceptibles en este aspecto, como es el caso del biwa-bokuboku, un biwa que cobra vida y adquiere características humanas.

Kasa-obake

Al igual que el biwa-bokuboku, el kasa-obake es un objeto que cobra vida al cumplir cien años. También es llamado kara-kasa, kasa-bake, karakasa-obake o karakasa-kozo. En resumen, es una sombrilla/paraguas con un ojo que salta sobre una pierna, a veces se le dibuja incluso con brazos y con una larga lengua. Aparece dibujado en El desfile de los cien monstruos y suele ir acompañado de otro yokai llamado Bura-bura (un yokai farol). Juntos, atacan a los transeúntes, pero no temáis, no son especialmente peligrosos, hacen burla y pueden dar un poco de susto, pero nada más.

Uno de los artistas nipones más famosos, Toriyama Sekien (s XVIII) lo relacionó con el Shifun, un legendario yokai marino con cuerpo de pez y cabeza de dragón capaz de provocar tormentas y lluvia. Sin embargo, lo más seguro es que el kasa-obake no sea más que una sombrilla vieja y abandonada en un rincón, resentida con sus amos por no tenerla en cuenta.

Sinceramente, no deja de sorprenderme lo duraderas que podían llegar a ser las cosas, ¡sombrillas y farolillos de cien años! A mí los paraguas me duran chaparrón y medio, desde luego, ya no hacen paraguas como los de antes.

Nurarihyon

He aquí otro yokai extraño como pocos y cuya existencia es del todo incomprensible. Su nombre hace referencia a algo escurridizo y viscoso, una especie de pez o medusa. Tiene forma de anciano cabezón verdoso y va vestido con kimono o como un bonzo, a veces ni siquiera podemos ver con claridad sus rasgos.

La verdad es que no se sabe mucho de él, ni su origen, ni su propósito en la vida. No hay leyendas sobre él y no tiene ningún punto que lo haga interesante, peligroso o travieso. Sin embargo, a lo largo del s. XX se le ha asignado el papel de cabecilla de los yokai (a saber por qué…).

Actualmente se comporta como un yokai molesto que incordia a las personas ocupadas. Si estáis preparando una fiesta, es posible que se plante en vuestra casa, empiece a pedir comida y bebida y no podáis hacer nada para expulsarlo.

Kamikiri

El kamikiri o cortapelos es un yokai inofensivo y bastante travieso cuyo único objetivo en la vida es cortar moños ajenos. ¡Imaginad! ¡Causó estragos en la época samurái donde casi todo el mundo, hombres y mujeres, llevaba moño!

Su origen es incierto y no protagoniza ninguna leyenda que merezca ser recordada. Tiene aspecto de gallo desaliñado aunque se supone que es un insecto, el kamikirimushi, una especie de escarabajo que utiliza sus potentes pinzas para deshacer la madera y alimentarse de ella. Teniendo esto en cuenta, podríamos pensar que el kamikiri se alimenta pelo, pero no, deja los moños tirados en el camino. ¿Por qué? A saber.

Además de tener un absurdo propósito, cuenta con una gran ventaja, puede hacerse casi invisible, por lo que ten cuidado, si llevas moño y notas algo pesado en la cabeza puede ser el kamikiri haciendo de las suyas. Aunque es cierto que las últimas décadas los moños son menos frecuentes, por lo que este pequeño travieso está cayendo en el olvido.

Shirime

He querido dejar para el final la guinda del pastel, el shirimi. Sí, es lo que parece, una criatura con forma humana enseñando el ojete en el cual hay un enorme ojo reluciente. Esto me parece tan desconcertante que no entiendo porque el shirime no es más famoso y no aparece mencionado en mis libros sobre yokai. Al igual que la mayoría de yokai de esta lista, es inofensivo, ya que su único objetivo en la vida es dar sustos y reírse de los pobres transeúntes que en la noche se cruzan con su peculiar ojo.

El shirime es tan especial que incluso tiene su propia leyenda. Cuentan que una noche, un samurái al volver a su casa, oyó que alguien lo llamaba. Cuando se acercó, vio la figura de un hombre que se desnudaba y le enseñaba el trasero. El samurái se llevó un buen susto, aunque sospecho que en realidad no fue más que una alucinación fruto del sake. O eso espero. La cuestión es que llama tanto la atención que Isao Takahata decidió hacerle un hueco en la película Pompoko (1994).

Y aquí termina la lista de los que, a mi parecer, son los yokai más extraños y absurdos sobre los que he leído. Si quieres conocer más yokai, aquí tienes mis artículos sobre yokai acuáticos, femeninos y domésticos. En el futuro, habrá más post sobre ellos, si os interesa alguna temática en concreto, no tenéis más que decirlo.

¡Hasta pronto!

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